Es evidente que Larsson, en su primer libro de la saga de Millenium, nos muestra una Suecia tal y como la describe Mario Vargas Llosa: “Una sucursal del infierno, donde los jueces prevarican, los psiquiatras torturan, los policías y espías delinquen, los políticos mienten, los empresarios estafan (…)”. Un país donde nadie respeta las normas de un Estado de Derecho y donde las autoridades del propio país (políticos, policía, entre otros) son los que menos cumplen con sus obligaciones y más vulneran las normas.
Con ello, presenta una sociedad engañada pero que, a la vez, es capaz de actuar saltándose las normas, en este caso, para combatir con el mal. Lisbeth Salander es la figura que representa a una ciudadana inteligente que duda del Estado y que va a luchar contra él y los que lo dominan para terminar con la corrupción. A la vez, Salander es la imagen de la mujer maltratada, una mujer víctima del propio sistema, que la considera incapaz de valerse por sí misma y que debe depender de alguien que la tutele.
Así pues, parece que Larsson propone un nuevo orden de la sociedad: un sistema democrático más transparente, con una legislación más clara y dura y, con ello, un nuevo periodismo que informe a la sociedad de estas nuevas normas. Todo ello lo propone indirectamente, mostrándonos todo lo contrario de esta sociedad ideal: un sistema corrupto, donde la legislación depende de los que mandan (Salander no es una incapacitada, todo lo contrario) y donde la sociedad y un nuevo periodismo deben luchar por esta transparencia que hace falta en el sistema para funcionar.
Por otra parte, está la cuestión de la gestión de la información. Hoy en día sabemos que existe una nueva gran base de datos, llamada internet. Esta fuente de información es infinita y tiene varios peligros: que todo el mundo puede aportar información (por lo que puede haber muchos datos falsos) y que, por este motivo, hay datos personales que los ciudadanos no querrán que conozca otra gente pero a los que el Estado debe acceder para protegerlos.
Desde mi punto de vista, el escritor sueco plantea un Estado que cumpla la ley y que, a la vez, proteja al máximo a sus ciudadanos. Esto requiere que, en algunos casos, tenga que vulnerar sus derechos, entre ellos, el derecho a la intimidad. Por ello, esta información personal debe gestionarla un Estado transparente y que cumpla las leyes. Una autoridad en la que podamos confiar y a la que entreguemos esta información con el fin de que nos defienda de algunos peligros como las mafias, asesinos, maltratadores, entre otros.
Para llevar a cabo esta tarea, el Estado deberá de crear una institución pública que sea profesional en el tema. Un organismo que esté formado por profesionales de la informática, del derecho y que tengan experiencia en buscar algunas informaciones que circulan por internet, como pueden ser fotografías de pornografía infantil o de maltrato a mujeres, por ejemplo. Es importante que este organismo forme parte del Estado (sea público) y esté formado por profesionales, para garantizar su eficacia. También debe de haber una seguridad garantizada de que sólo se va a consultar aquella información personal cuando sea necesario. De modo que después de haberla consultado y haber conseguido el objetivo que se tenía se tenga que dar una explicación del uso que se ha hecho con esos datos.
Así pues, lo que yo entiendo que Larsson propone es, básicamente, que exista un Estado transparente que tenga el poder de acceder a algunos datos personales para defender al ciudadano pero de los cuales no pueda abusar, por lo que debe de haber un control continuo de las informaciones a las que se ha accedido y una justificación de su uso.
Hay que destacar que hemos hablado, en todo momento, de un organismo público, porque como podemos intuir, un organismo privado tiene unos intereses y éstos pueden llegar a tener más peso que los de defender al ciudadano (hemos visto muchos ejemplos en la actualidad que no hace falta ni comentar).
Todo ello: la transparencia, el Estado de Derecho, la creación de autoridades públicas, entre algunas otras reformas, debe de ser conocido por los ciudadanos. Es el periodismo el que debe de hacerse eco de estos cambios en la sociedad. De modo que esto incluye que el periodista también tenga que ser transparente y, a la vez, haga presión al Estado para que éste cumpla con su deber.
Por lo tanto, Larsson propone una nueva política, una nueva moral, un nuevo organismo que gestione la información para proteger a los ciudadanos (una especie de policía profesional que persigue a los delincuentes) y un nuevo periodismo que empuje a que todo esto funcione y que muestre a la sociedad que si todo esto se cumple, habrá un beneficio para todos.
Clara de Melo Ponce.