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¿Anestesiados ante la violencia?

El pasado 29 de octubre la fiscalía de Nápoles difundía un vídeo donde se veía el asesinato de un hombre a manos de un sicario de la Camorra, la mafia local italiana. Su objetivo era para pedir la colaboración de aquellos transeúntes o televidentes para identificar al asesino y a algún cómplice. El vídeo está colgado en muchas páginas, a estas alturas, una de ellas es en la web del mundo: http://www.elmundo.es/elmundo/2009/10/29/internacional/1256830908.html

El vídeo, que no describiré con exhaustividad por razones obvias –quien quiera que lo visualice- muestra el asesinato, al parecer, de Mariano Bacio Terracino, de 53 años y conocido por su pertenencia al crimen organizado, según información de El Mundo. El asesinato se produce a plena luz del día en la entrada de un bar y en el vídeo, si mal no recuerdo –lo ví una vez y tuve suficiente- aparecen varias personas que “no hacen nada”.

Según El Mundo, Ninguno de los transeúntes mueve un dedo, aunque es difícil decir si por indiferencia o por miedo a las represalias. Una mujer aparece rascando una tarjeta de lotería mientras Tarracino es asesinado delante de ella. Un vendedor de cigarrillos mueve su puesto unos metros más allá, mientras que un hombre con un bebé mira a la víctima y sigue andando”.

Personalmente es destacable la apreciación que hace el periodista del diario español, “es difícil decir si por indiferencia o por miedo a las represalias”, en relación a las causas por las que los transeúntes italianos no intentan socorrer o “evitar” los dos disparos que recibe la víctima. ¿Quiere eso decir que nos hemos vuelto insensibles a la violencia? ¿Qué no moveríamos un dedo por salvarle la vida a alguien? ¿Nos hemos deshumanizado?

Sí es cierto que parece que nos hemos “acostumbrado” a ver imágenes violentas en televisión. De hecho, comparado con nuestros abuelos, que no veían tanta televisión o no fueron espectadores de tanto crimen, el volumen de imágenes de guerras, violencia, asesinatos, peleas y trifulcas que nosotros hemos presenciado hasta ahora y veremos a través de la TV supera exponencialmente lo que generaciones anteriores han vivido. Antes, cuando no existía la TV (y dejando al margen la Guerra Civil española), un ciudadano veía, a lo largo de su vida, ¿qué? ¿una imagen violenta o dos? Una pelea entre dos vecinos; sí, a algún familiar que fallecía… Pero comparado con lo que ahora padecemos en cada uno de los telediarios el volumen de imágenes dramáticas supera, a mi entender, nuestra capacidad de asimilación humana. Y es posible que supere lo que la mayoría de nosotros estamos dispuestos a soportar. Así que, por una parte, es probable no que seamos insensibles al dolor y la violencia ajena sinó que tratando de olvidarlo o de traspasarlo es la única manera de poder seguir viviendo con un mínimo de felicidad o cordura. Quizá esa capacidad de dejar a un lado ese sufrimiento es uno de los factores que impidan que nos volvamos locos en esta sociedad tan estresante y rebosante de información. Es una manera de autoprotegernos. ¿Qué nos queda sinó?

Estoy segura de que la mayoría de nosotros sufrimos con los conflictos bélicos, con la violencia machista, con el maltrato a niños. No lo toleramos y luchamos por ello en la medida de nuestras posibilidades, pero quizá no necesitamos ver esas imágenes para que nos afecten o pensemos en ello. A veces un testimonio basta, las palabras de una madre que ha perdido a un hijo en una guerra, personalmente, me impresionan en sobre manera, no necesito ver como lo asesinan en plena calle. El bombardeo de imágenes sobrecogedoras es difícil de asimilar. Y repito, tratar de olvidar o no ver ciertas imágenes nada tiene que ver con pasividad o pasotismo.

Tema aparte es la actitud de los transeúntes mientras un sicario asesinaba al hombre que estaba relacionado con la mafia italiana. Es posible que alguno, uno de aquellos ciudadanos quizá pensara en su interior “seguro que se lo merecía” o “yo no muevo un dedo por nadie”. Sin embargo, a mi entender, lo que paralizó a aquellos que presenciaron aquella violencia fue el miedo, el terror en el que viven día a día por las amenazas y extorsiones de la mafia italiana. ¿Quién iba a enfrentarse al asesino, que tenía un arma, el señor que tenía un bebé en brazos? Ni mucho menos aplaudo la actitud de los transeúntes, nada más lejos de mi intención, lo que sí se trata aquí es de entenderla, y de asimilar y clarificar cómo de atemorizada vive la sociedad napolitana a estas alturas después de tantos años de lucha de mafias. No hay que olvidar que la mafia italiana, existe más de una, extorsiona al estado y asesina a jueces. Lo que hay que destacar es ese terror paralizante que impera en más de una sociedad, es posible que en la nuestra también.

Cristina González Pilar

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El Estado de Derecho, las Mentiras de Estado

Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, publica en julio de 2003 y habla en la web http://www.analitica.com/BITBLIO/ramonet/mentiras.asp sobre las diferentes mentiras que han lanzado los estados sobre la población. Algunas de ellas se enumeran aquí (sus demostraciones se han obviado por cuestiones de espacio, pero pueden consultarse en esta página web): 

1. El 12 de septiembre George Bush, ante el Consejo de Seguridad de la ONU, presenta unas supuestas “pruebas” que demostraban que Irak mantenía “estrechas relaciones con la red terrorista de Al Qaeda y amenaza la seguridad de Estados Unidos pues posee «armas de destrucción masiva» (ADM), expresión terrorífica fabricada por sus consejeros en comunicación”. Ahora se sabe, ya tres meses después se demostró, que sus acusaciones eran falsas, los 1.400 investigadores que fueron a Irak no encontraron ninguna ADM (arma de destrucción masiva). 

Tony Blair hizo lo propio ante la Cámara de los Comunes y José María Aznar, presidente por entonces del gobierno español, también aseguró la existencia de esas ADM. 

2. Otra mentira de estado fue la acusación que lanzaron los periódicos World y New York Journal en 1898, que acabó causando la guerra entre España y Cuba posterior. Las acusaciones de estos periódicos eran falsas, ya que el ejército español no hundió el Maine, un barco de La Habana con 260 hombres como aseguraron estos rotativos, sinó que ocurrió una explosión fortuita.

3. Las mentiras utilizadas para desatar la Guerra del Golfo, en 1991, también son analizadas por Ramonet. Para afianzar el ataque, expresiones como «Irak posee el cuarto ejército del mundo», «los iraquíes robaron las incubadoras de la maternidad de Kuwait», «la línea defensiva inexpugnable», «los ataques quirúrgicos», «la eficacia de los Patriots», se revelaron totalmente falsas al final.

4. En España, por no extendernos más, el tema del atentado terrorista de Al Qaeda, el 11 de marzo del 2004, que en un principio el gobierno de Aznar atribuyó sin dudarlo a la banda terrorista ETA aún se pasea por las cabezas de algunos españoles. Incluso después de la celebración del juicio y que el juez encargado, Gómez Bermúdez, desvinculara a ETA de la matanza, algunos medios de comunicación y políticos del PP siguen considerando que existen vinculaciones entre ETA y Al Qaeda y ese acto terrorista. 

5. ¿Alguien ha olvidado los “pequeños hilillos de plastilina” que salían del Prestige en las aguas gallegas?

6. ¿Y del fin de la negociación con ETA -que después prosiguió- anunciada por ZP tras el atentado de la T4 el 30 de enero de 2006? 

Se podrían enumerar muchas más mentiras de Estado, de estados democráticos y de derecho que han desatado escándalos e incluso han sido los detonante de guerras, como la del Vietnam; el caso Watergate, o, los más menores, los que atañen a la financiación ilegal de partidos políticos. Las preguntas son las siguientes: Si el Estado miente a sus ciudadanos, si aculta o tergiversa informaciones, ¿no atenta precisamente contra la esencia de la Democracia? ¿Qué legitimidad tiene pues el estado y, por extensión, esa democracia que es gobernada por partidos que ocultan la verdad y manipulan? En el caso de las mentiras por “seguridad” o por “protección” de la ciudadanía –caso de secuestros, Alakrana, posibles atentados- están totalmente justificadas?

 Y, en última instancia, la violencia legítima del estado, ¿no está también apoyada por actos ilegítimos? ¿en qué medida? Si se nos miente con casos que podemos comprobar personalmente, como es el caso del Prestige, por poner un ejemplo, qué habrá detrás de los interrogatorios, negociaciones políticas, investigaciones criminales, etc. que no podemos evidenciar nosotros mismos. Cristina González Pilar

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MIMMI WU

Hija de una china de Hong Kong y de un sueco de Boden, Miriam Wu vive en un acomodado, no por lo fastuoso sino por lo bien condicionado que está, apartamento de 24 metros cuadrados hasta que accede a vivir en el piso que Lisbeth le presta. Mimi representa, en la trilogía, otro de los personajes femeninos más libres y autosuficientes, además de inteligentes, igual que Lisbeth y Erika Berger. Deshinibida, divertida, sexualmente libre y sin complejos, además de valiente; posee, como la protagonista, esa fabulosa virtud de no importarle lo más mínimo las críticas de los demás respecto de sí misma.

Bar donde Mimmi y Lisbeth se dan el beso en la segunda novela

Y lo mismo ocurre con las conveciones sociales o los papeles tradicionales asignados a la mujer, Miriam Wu se los salta o los ignora -algunas veces incluso parece que intencionadamente se burla de ellos actuando de manera contraria- si coartan su libertad. No duda en enfrentarse a quien la agrede, aún sabiendo de antemano que tiene todas las de perder -como cuando trata de «luchar» contra el gigante rubio. Su propia vida parece controlarla ella misma, su racionalidad es incluso superior a la del personaje masculino de Mikael Blomkvist, que en ocasiones se deja llevar por la sensibilidad. Es admirable… Y sobre todo, al contrario que algunos de los personajes femeninos tópicamente representados en algunas películas estadounidenses, Mimi se representa a sí misma y su vida, es mujer y no por ello extremadamente sensible; ni siquiera está obligada a ser compasiva -sólo si ella se lo permite; ni débil -nada más lejos de la realidad narrativa de Millenium. Un inciso: se permite el lujo incluso de no temer el interrogatorio machista de Hans Faste en la segunda parte.

Es como si Mimmi, que ya eligió llevar primero el apellido de su madre, represente y apoye la figura de la mujer plena que Larsson refleja en la trilogía. Y para ello nada mejor que desmontar tópicos, debilidades, ideas preconcebidas y sometimientos históricos de la mal entendida y enseñada feminidad.

Cristina González Pilar

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ERIKA BERGER

 En un principio, Erika Berger, la editora y socia de Millenium y compañera de trabajo de Blomkvist posee el perfil de mujer triunfadora en su profesión –aunque renunciara a una carrera exitosa en la TV-, segura de sí misma, económicamente estable –posee una casa de lujo-, inteligente, capaz de gestionar una empresa, con un matrimonio estable y autosuficiente. Aún y la admiración que despierta por todas esas cualidades que, en cierta manera, pueden recordar a otros personajes ya vistos en películas, Larsson le descubre alguna debilidad, que no hace más que “humanizar” al personaje. De otra manera sería algo difícil creérselo. Una es su relación con Mikael, consentida por su marido; y la otra es su decisión, en la segunda parte, de abandonar la revista.

            El triángulo amoroso, sobre todo en la primera parte, que forman Erika, Mikael y Larss, su marido, es en cierta manera algo original. Al contrario que en otras historias, Larss consiente esa relación, es más, incluso cuando se entera de ella se lleva de copas a Mikael, el amante de su mujer. Y –de manera sabia o muy muy ingenua, podría tener varias lecturas- decide que prefiere que de vez en cuando su mujer se relacione con su amante antes que perderla. Esto, que de bien seguro es probable que se dé en muchos matrimonios, sorprende porque Larsson lo plasma de una manera desprovista de hipocresía. En la tan perfecta sociedad sueca, Stieg Larsson cuestiona al estado, los mecanismos de protección del estado –la policía- y las convenciones sociales.

            A pesar de los tópicos que en este personaje puedan verse, el autor hace un gran favor al público, tanto femenino como masculino, porque el hecho de encontrar este personaje fuerte, independiente, inteligente –incluso a veces más que Mikael- y, además, feminista, afianza algo más el potencial que el género femenino puede llegar a alcanzar en este nuevo siglo. El autor ya lo vio en su momento, y poco a poco, muy poco a poco, la sociedad parece ir cambiando hacia una equidad más o menos justa entre los derechos y deberes de hombres y mujeres. El personaje de Erika está presentado como un ideal, y aún así hay que resaltar que su ascensión a lo que puede ser llamado como el éxito profesional, ha sido más o menos ascendente y lineal, porque Larsson no ha “complicado-enriquecido” su vida con hijos, cosa que sin duda hubiera frenado ese ascenso profesional (que no personal, se deja claro).

Cristina González Pilar

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La libertad individual y el Estado

La libertad individual y el Estado Casi al final de la segunda parte de la trilogía de Millenium, en La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, Holger Palmgren, el primer tutor de Lisbeth Salander, sorprendre a Armasnky con una conversación en la que el antiguo jefe descubre su “visión libertaria del ser humano” Y lo hace con respecto a la actitud independiente de Lisbeth, que trata de solucionar y controlar su propia vida, tomar sus decisiones en base a sus principios y normas morales. Palmgren, abogado ético, inteligente, que ha trabajado para el sistema social y médico sueco no llega a esta conclusión y a defender esta postura en base a un racionamiento teórico. A mi entender, lo hace a partir de que conoce y averigua los secretos más duros de la vida de Lisbeth. El primer tutor admite que el “Sistema” no ha podido llegar a defender a la chica, no la ha tenido en cuenta, no la ha escuchado. El sistema se ha concentrado en seguir sus propios protocolos, por una parte; y además, en el propio sistema ya existen corruptos –morales, éticos, materiales- como Teleborian o el segundo tutor, que se benefician de estar metidos en el propio sistema para abusar de él –y de Lisbeth, por extensión. Palmgren parece entender esta desfiguración del sistema. Y de hecho admitir eso mismo ya es un paso para poder llegar a solucionar sus deficiencias. Aunque el primer tutor de Lisbeth va más allá, éste defiende la libertad individual del ser humano como sujeto único que puede tomar decisiones aunque estas no estén incluidas dentro de las normas sociales o las leyes establecidas. Se entra aquí en el debate de la libertad individual frente a la colectiva y la pregunta de ¿es siempre justo el Estado? ¿es lícito saltarse las normas y leyes sociales en pro de un fin de supervivencia del propio individuo?

Personalmente no soy capaz de saltarme casi ninguna normas. Sin embargo entiendo que hay situaciones, las límite, que probablemente requieren ignorar las reglas. Y se dice aquí eso mismo desde mi cómoda posición de ciudadana que no ha llegado a vivir ninguna de esas situaciones. Entiendo que la grabación con cámaras, en la calle, supone en muchos casos una invasión de la intimidad; pero en el caso del chico que agredió en el metro a una inmigrante aquella grabación ayudó a identificarle y detenerle. Y lo mismo ocurre con aquel otro chico que en el tren acuchilló a un seguidor de un equipo de fútbol y acabó con su vida. Prefiero arriesgar una parte de mi privacidad si así se consigue mayor seguridad. Este argumento es conservador, y lo lamento, pero en situaciones límite, como la vida y seguridad de alguien, casi no tengo dudas.

El problema está después en quién controla al controlador, que requiere un debate extensísimo. Hay que tener en cuenta que el estado controlador tiene en su seno corruptos, y debe haber igualmente mecanismos de control para ellos. Incluidos los medios de comunicación, que también pueden ser controladores, deben ser cuestionados y criticados si, como el caso del señor acusado y señalado de Canarias, resulta que abusan de su poder y no respetan la imagen o la presunción de inocencia.

En el caso particular de Lisbeth entiendo que intentara matar a su padre rociándolo de gasolina, lo entiendo, no lo aplaudo pero Lisbeth intenta proteger a su madre, que yace inconsciente en el suelo por la paliza de su padre. Salander consigue detener así a su progenitor, que ha abusado de su madre durante toda su vida. Es similar a lo que ocurre con su segundo tutor, Lisbeth inventa una venganza que logra detener sus abusos sexuales y maltratos. Entiendo su actitud, pero, aclaro, no la aplaudo. Si la forma violenta de Salander en estos dos casos es para proteger su vida o la de su madre, que ni el Estado ni la policía pueden proteger, en última instancia, no veo que Salander tenga otra opción, es “defensa propia” –suya o de su madre. Pero sólo defenderé esta opción si realmente es la única manera de defenderse a sí o a su familia. Entiendo que un padre o madre mate a otra persona si en un momento dado hay alguien que quiere atentar contra su hijo. Ahora bien, el encarnizamiento posterior, que en algún momento lo hay, 2º. Tutor, no lo incluiría en ese atenuante.

La venganza de Salander hacia todo aquél que abuse de ella, sea sexual, física o psicológicamente, no me veo capacitada para escudarla, porque la espiral de violencia que genera puede llegar a ser imparable. Y su intrusión a través de la red en la privacidad de los individuos sólo la justifico si es un medio –el único eficaz y el último- para detener una red de prostitución, un atentado inminente o una red de pederastia. Sólo como única, última, insustituible opción para llegar a la verdad y en casos tan delicados como estos citados. Cristina González Pilar

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Seminario cuestiones actualidad

Si bien es cierto que la primera de la clases del Seminario de J.M.Perceval me sorprendió de manera, como lo diría, ingrata por el tema y el contenido (No había leído Millenium, ni veo películas de miedo, no me gusta la sangre, no puedo siquiera visualizar la violencia, etc.) y me dieron ganas de «abandonar» la asignatura porque dudaba de mi escaso bagaje sobre algunos de los temas que se tratan y por mi carácter (es lo que hay, ya lo he asumido); después de reflexionar sobre esta primera clase me lo planteé precisamente como una manera de aprender sobre un ámbito que intento no cuestionarme. Y la tesis de su primera clase: (más o menos) que las sociedades occidentales democráticas basan parte de su poder en el miedo y sobre cómo se ha creado en el imaginario colectivo de sus sociedades ese miedo me hizo recapacitar sobre eso mismo.

    Después, respecto a las clases, con honestidad me interesan, me hacen recapacitar y pensar en temas que raramente me he planteado y los power points que se exponen en ellas me resultan originales. Eso por un lado. Por otro, lamento en ocasiones la rapidez de las exposiciones y el paso de los pp. que no sigo con la atención que requieren teniendo en cuenta que reflexionan sobre aspectos tan actuales e importantes hoy en día. Aunque, y esto es lo más importante: por supuesto, este seminario ha reactivado mi capacidad crítica para el sistema y ha disminuido mi nivel de ingenuidad. De la lectura de Millenium, por su parte, lo que más valoro es haber conocido a esos personajes -aunque la crítica diga que están llenos de tópicos- y la historia periodística que se narra; y es destacar la figura de las mujeres que aparecen en las novelas, fuertes, valientes y seguras de sí.  Cristina González Pilar

Cristina González Pilar

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3 preguntas clave sobre Millenium

Stieg Larsson constata la incapacidad del Estado para detener al mal, ya sea el mal del crimen, el de la corrupción o incluso el mal que el propio estado puede generar (servicios médico-psiquiátricos, los policiales, los de información-espionaje). Para ello dota al personaje de Lisbeth Salander de una moral propia y justiciera que, al margen de la ley, consigue vencer a algunos de estos males de la sociedad. Es muy probable que Larson tenga razón en esto mismo, y quizá el Caso Alakrana y el ya histórico caso de los Fondos Reservados del PSOE de Felipe González lo demuestren de alguna manera.

         Es necesario un avance del poder del estado sobre el derecho a la intimidad personal precisamente para proteger a los ciudadanos de estos males morales y fácticos. Según el escrito, esto es lo que propone Larsson. Ahora bien, ¿qué defensa tendrá el ciudadano del avance tecnológico del espionaje de su intimidad? En principio, y teniendo en cuenta la leyes existentes, internet está poco regulada. La web ha avanzada muchísimo más rápidamente que las reglas del derecho y la sociedad está sobrepasada de información y, se cree, poco controlada. Por otro lado, en pro de la seguridad de los ciudadanos, se instalan cámaras en algunas calles, se les registra en los aeropuertos, se prohíbe la circulación de determinados objetos y se intervienen teléfonos privados. De hecho, muchas de las intervenciones no son conocidas por los propios espiados.

         En estos momentos no existe ningún organismo, más allá del judicial, que pueda determinar lo que se consideran pruebas de seguridad y lo que acaba invadiendo la privacidad del ciudadano. Sin embargo, es posible que Larsson denunciara esta situación para pedir precisamente una urgente reglamentación de la obtención de información por parte del estado. Es probable que no exista un gran organismo de “control del controlador” ahora, pero existen pequeñas rendijas por donde denunciar los posibles abusos. Los medios de comunicación –algunos de ellos-, los jueces que están al margen de los favoritismos –alguno habrá-, asociaciones como Amnistía Internacional y futuros organismos que surgirán, por ejemplo en la UE, se habrán planteado eso mismo.

         Larsson propone una nueva política por supuesto, más honesta, nada corrupta, más cercana a la sociedad, más controlada, menos sobrevalorada por los medios, más criticada por estos y menos burocrática. El autor de Millenium también propone una nueva moral, como la de dos de sus protagonistas –el periodista Blomkist y la editora del semanario, capaces de denunciar los abusos de poder, las corrupciones económicas y la moral de los políticos.

Y también pide una nueva moral que otorge a la mujer el papel que le corresponde en la sociedad, que la respete y la valore al igual que al hombre. Muchas de las mujeres que aparecen en la trilogía son, como Vargas Llosa ha calificado “personajes femeninos notables”, visibles, no como los que muchas veces no aparecen en los medios de comunicación, porque están ensombrecidos por los hombres del poder. El autor muestra una nueva moral más humana, como la relación -no burocrática ni superficial- entre el primer tutor de Lisbeth Salander y ésta.

         Igualmente propone una nueva policía, al menos lo deja entrever cuando muestra a la actual como incompetente en algunos momentos. Y finalmente propone un nuevo periodismo, evidentemente, cuando denuncia el seguidismo de los periodistas especializados en economía de los empresarios y economistas. Otro ejemplo de esto mismo lo tenemos en la misma actitud de Blomkvist y la editora de Millenium, o en la revista en sí, que como Vargas Llosa apunta es ese espacio cálido y limpio, de gentes que escriben por convicción y por principio, que no temen enfrentar enemigos poderosísimos y jugarse la vida si es preciso, que preparan cada número con talento y con amor y el sentimiento de estar suministrando a sus lectores no sólo una información fidedigna, también y sobre todo la esperanza de que, por más que muchas cosas anden mal, hay alguna que anda bien, pues existe un órgano de expresión que no se deja comprar ni intimidar, y trata, en todo lo que publica e investiga, de deslindar la verdad entre las sombras y veladuras que la ocultan”. Esto último, la propuesta de un nuevo periodismo, puede dividirse en dos vertientes: por un lado, la propia independencia de los periodistas, que igual o más corruptos pueden llegar a ser que los políticos y jueces; y, por otro lado, la independencia del propio medio de comunicación. Hoy en día muchos de estos medios están controlados por grandes corporaciones y estructuras económicas que interviene en otros muchos ámbitos, como la industria armamentística, los grandes bancos, las industrias culturales o incluso las esferas políticas y las élites sociales. Es probable que Larsson tratara de denunciar el periodismo de hoy en día, que está tan controlado y, a la vez, es tan poco transparente respecto a los intereses que tiene detrás. Cristina González Pilar

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Perfil de Lisbeth Salander. Millenium, Stieg Larsson. Cristina González

 

lisbeth-salanderDejando al margen la parte más violenta de Lisbeth Salander, que trataré más adelante, el personaje inventado por Stieg Larsson es, a mi parecer, original, meditado, provocador, alternativo y, sobre todo, realmente brillante. La idea del carácter de Lisbeth Salander es genuina, rompe esquemas y muestra cómo el cuestionamiento de ideas preconcebidas y arraigadas en nuestra sociedad occidental es más que necesario. Es urgente que se cuestione el sistema, es inteligente dudar del Estado, se debe enjuiciar el sistema y ser duro con él. Es preciso analizar las vías alternativas a las normas comúnmente aceptadas por las sociedades democráticas, así como los mecanismos de perversión de ese sistema que en algunas sociedades, como la sueca, parece ser y funcionar con un engranaje perfecto.

         Lisbeth Salander no responde a las normas sociales de educación, no es hipócrita ni lo más mínimo, no cree en el sistema ni confía en él como medio para resolver sus problemas –quizá porque le ha defraudado en muchos momentos-, no disculpa los comportamientos de personas que cometan violencia gratuita, no acepta normas que no sean útiles ni tengan en cuenta las excepciones. Pero sí tiene las suyas, y en ocasiones son más justas y moralmente muy aceptables. Un ejemplo: no acepta acostarse con hombres casados.

Salander es inteligente, deductiva, observadora, excepcional en muchos sentidos, está segura de sí en varios ámbitos –los emocionales van a parte- y rehace normas que, aún y estar generalizadas, no cubren ni protegen a todos los casos ni personas. Sobre todo, lo que más me admira de ella es que no necesita fingir nada, ni interpretar ningún papel en su vida personal. Y esto último, por el simple hecho de que no suele ser habitual, ya merece una buena crítica para Larsson. También es valiente, no tiene casi miedo y, como suele decirse, se ha hecho a sí misma. Esto último quizá con matices, porque es probable que en realidad no le quede más remedio que ser como es, con las cosas que ha vivido.

         Otro aspecto a destacar de Lisbeth es cómo dispone su tiempo. Ella lo controla. Ella decide cuánto dedica a sus trabajos y cuándo los realiza –al menos en la primera parte. Si resuelve quedarse leyendo toda la noche unos informes lo lleva a cabo sin más, sin pensar en el día siguiente. Ese particular control del tiempo es sorprendente, sobre todo teniendo en cuenta como las sociedades de hoy en día, las nuestras, ejercen ese tipo de vigilancia sobre nosotros a través de los horarios, la prisa, el estrés. Poder leer que alguien se salta todo eso es mucho más que gratificante y resulta, incluso, esperanzador.

         Por el contrario, Salander puede llegar a ser muy cruel si se lo propone (como ejemplo tenemos la “venganza” que ejerce contra su segundo tutor legal, cómo golpea a aquel transeúnte que en el metro la manosea, o los puñetazos –creo recordar- que dedica a unos chicos del colegio que se metían con ella). El sistema no nos garantiza protección al 100%, sobre todo a las mujeres, nosotras no podemos caminar de noche sin miedo porque no sabemos quién decidirá abusar de nosotras. Y sí, parece exagerado, y de hecho no siempre lo pensamos pero esa sensación está ahí, muchas mujeres la tenemos. Sólo por eso mismo ya estamos en desventaja respecto a los hombres -al menos los que aún no tienen hijas- y si el estado no puede protegernos siempre, ¿por qué no hacerlo nosotras mismas? No creo que jamás llegara a atreverme a hacer a alguien lo que Lisbeth le hace al segundo tutor; sin embargo, ¿qué otra salida le quedaba a ella? ¿cómo podía, a la vez, librarse de otras violaciones, conseguir su dinero y no ser acusada de discapacitada? Lo pensó –en la primera parte- y temporalmente consiguió salvarse del abogado. No parecía tener ninguna salida. La perspectiva de no poder escapar de alguien que reiteradamente abusa de ti debe ser horrible.  

         También existe la parte emocional del carácter de Salander. No puede mostrar explícitamente cariño, ni gratitud, ni enamoramiento, casi ni compasión. Pero digo casi porque realmente sí concibe todo eso, aunque no sabe expresarlo. Sintió compasión, y cariño, y amor, cuando permaneció tres días en el hospital con su primer tutor, o cuando visitó a su madre en Navidad. También con Bromkvist, aunque se lo demostró bastante mal, sobre todo al final de la primera parte y principio de La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina. La torpeza en el amor es patria de muchos y muchas, y Lisbeth además tiene inconvenientes por su carácter. En cualquier caso, las carencias emocionales de la chica y su complejidad personal merecen alguien inteligente que la descifre y todo aquél que no lo logre es evidente que la perderá. Aunque ella también debe poner de su parte. Cristina González Pilar

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Algunas medidas contra la violencia en el deporte

Control exhaustivo y riguroso de las personas que entran en los estadios; observación atenta y -si es necesario- retiro de las pancartas ofensivas o violentas; instalación de cámaras que vigilen y controlen a los violentos en los alrededores de los campos de futbol y en las gradas, expulsión de los socios o asistentes conflictivos. Éstas son algunas de las medidas que pueden adoptar los clubes deportivos para prevenir la violencia en los campos de futbol, y cabe considerarlas medidas efectivas y necesarias.

       Pero la prevención y erradicación de la violencia en el deporte debe afrontarse desde todos los frentes. Otro es el de los propios jugadores y deportistas. Su comportamiento debe huir de la provocación y la chulería, no deberían dirigirse siquiera a los grupos que, en el público, se intuyen violentos, y mucho menos regalarles camisetas y dedicarles goles.  EL comportamiento en el campo de juego en sentido literal es importantísimo para la coeducación y la tolerancia también.

    Los medios de comunicación. Su trato de los partidos; el vocabulario empleado; la búsqueda del conflicto y la polémica previos a los partidos, que en muchos casos acaban primando en los medios;  la permisividad en la xenofobia y el racismo, negándolas, no contribuyen para nada a erradicar los enfrentamientos deportivos. Mostrar imágenes violentas debe hacerse con sumo cuidado y debe intentarse no potenciarlas en exceso, los espectadores son adultos, niños y adolescentes que pueden llegar a ver «normales» -con todas las comillas que se quiera- esos comportamientos.

   ¿Y qué decir de las bases?¿De los partidos infantiles? ¿Están los asistentes a esos partidos, la mayoría padres, concienciados de la importancia de la tolerancia, el respeto y la paz que debe reinar en los campos deportivos? Es probable que la violencia empiece ahí mismo, que la educación infantil en ese ámbito, por padres y entrenadores, condicione en gran medida que la agresividad se controle o bien que se potencie aún más. Los valores deben ser: trabajo en grupo; superación; la lucha por conseguir objetivos -meta-; ser mejores personas y más fuertes en la lucha por la vida, si se quiere. Sin embargo en ocasiones no se potencia esos valores, sinó que al mando de estos equipos de niños/as -a veces de tan sólo 4 años!- se coloca a entrenadores a quienes lo único que les motiva es ganar y, ya en las gradas, a padres que no ven al equipo opuesto como a un grupo de chavales de 4, 5, 10, 12 años que son como su hijo, sinó que ven al «contrario». Y algunos de esos padres insultan, al árbitro, a los niños del otro equipo, e incluso a otros padres, según palabras de Antonio Hernández Menso, profesor de Psicología Deportiva en el documental  emitido por Documentos TV «Fuera de juego». El comportamiento y la actitud de los padres es esencial, es básico, puede ser la clave en muchos casos.

   La situación social, la frustación personal y social y la condición de crisi actuale también pueden desencadenar el hecho de que haya malestar general. Incluso tratar de integrar a los inmigrantes, desde pequeños, a través de los deportes puede prevenir que de adolescentes acaben en grupos de calle violentos.

    Los deportes, bien empleados, bien concebidos y correctamente asimilados, deberían aportar valores positivos y edificantes: salud física y mental, deportividad, integración social, espíritu de lucha por los objetivos con el respeto a los demás siempre en mente, responsabilidad, aceptación de normas que ayudan a la convivencia y, lo mejor de todo, felicidad y alegría de vivir. Estos valores son los que deben primar en el deporte, y se empieza por el deporte de base, por los educadores y entrenadores y por los padres. ^[http://www.rtve.es/mediateca/videos/20090102/fuera-juego-violencia-deporte/377554.shtml]

Cristina González Pila

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El aumento de la violencia en la escuela

Pearl, Octubre de 1997: Un joven de 17 años asesinó a su novia y una compañera de clase en le colegio de Pearl, Mississipi, después de asesinar a su madre a cuchilladas.

Arkansas, Marzo de 1998: Dos niños de once y trece años dispararon contra sus compañeros de colegio con fusiles comprados por el abuelo de uno de ellos. Mueren cuatro menores y una profesora.

Pensilvania, Abril 1998: Un escolar de catorce años acudió con una pistola a una fiesta de la Parker Middle School y mató al profesor de gimnasia e hirió de gravedad a otros dos compañeros.

Oregón, Mayo 1998: Un joven de 15 años disparó contra sus compañeros de colegio, mató a dos de ellos e hirió a otros 22 en una escuela pública de Springfield con un rifle semiautomático y dos pistolas, después de asesinar a sus padres.

Columbine, Abril 1999: Dos estudiantes de 17 y 18 años armados con un fusil de asalto, dos escopetas, un revólver, un centenar de balas en cargadores de reserva y explosivos, mataron a 13 personas e hirieron a 23 en la escuela de Columbine, antes de suicidarse. Ésta ha sido la mayor matanza en un colegio estadounidense en la última década.

California, Marzo 2001: Un estudiante de 15 años de la escuela de Educación Secundaria Santana de Santee abrió fuego contra sus compañeros de colegio y mató a dos personas e hirió a otras 13, airado por la discriminación que creía sufrir.

Virginia, Enero 2002: Peter Odighizuma, un alumno de 43 años que había sido expulsado de la Facultad de Derecho y al que los médicos consideraban «una bomba de relojería», asesinó a tres personas en un tiroteo, entre ellas al decano de la facultad.

Florida, Febrero 2004: Un menor de 14 años murió degollado en el baño en una escuela de secundaria de Miami. Michael Hernández, también de 14 años, está acusado del asesinato y planear matar a otro compañero. Su defensa alega que padece una «demostrada esquizofrenia».

California, Marzo 2005: La Policía acusó a dos adolescentes de 15 y 17 años de conspirar para asesinar a profesores y estudiantes en el instituto católico de Saint John Bosco en el estado de California. Estos dos jóvenes habían dibujado un plano de la escuela con lugares en los que colocarían bombas y habían realizado un viaje a una armería para adquirir pistolas. La fecha para el asalto era el 22 de abril de 2005, dos días después del sexto aniversario de la matanza del instituto de Columbine.

Esta información está extraída del día 22 de marzo del año 2005, de la página web del diario La Voz de Galicia

(http://www.lavozdegalicia.es/hemeroteca/2005/03/22/100000066107.shtml); sin embargo, desde el 2005 aún se han llevado algunas matanzas más de estudiantes en sus colegios, y algunas de ellas se han producido en Europa, cosa hasta entonces insólita.

A un nivel mucho más bajo de violencia y agresividad, sin duda, pero no por ello menos destacable, las informaciones de alumnos que agreden verbal y/o físicamente a profesores, o de padres que incurren en lo mismo no dejan de aparecer en la prensa de nuestro país. Lo mismo sucede con la violencia y el llamado bulling entre compañeros de colegio. ¿Qué ocurre?

Se considera que, respecto a la violencia entre los jóvenes, cabría distinguir tres aspectos. Primero, en los casos más extremos, como el sucedido en Columbine o otros ya comentados es muy probable que los homicidas tengan enfermedades mentales. Este hecho, si bien no los justifica en absoluto sí hay que distinguirlos de aquellos que, conociéndose sanos mentalmente, igualmente incurren en violencia. Aún así, y respecto a a aquellos que padecen enfermedades mentales hay que preguntarse cómo llegaron a sufrirlas. ¿Vivían en familias desestructuradas?¿la sociedad en la que viven potencia la violencia con la consentida posesión de armas?¿Qué tipo de educación recibieron, si es que la hubo? Y los medios de comunicación, ¿qué trato dieron a la violencia?

   En el caso de aquellos jóvenes que no sufrían ningún tipo de enfermedad mental el papel del Estado es esencial. En Nueva York se produce un herido por arma de fuego cada 88 segundos. En Estados Unidos los ciudadanos poseen más pistolas y rifles per cápita que los ciudadanos de otros países. Existe también un temor generalizado y realista de ser atracado y asaltado y el deseo lógico y consecuente de proteger la vida y las propiedades. Si los medios de comunicación y mucho del cine que se produce en Estados Unidos reflejan violencia e inseguridad, como sostienen algunos analistas y también el conocido director Michael Moore, ¿no es hasta cierto punto «correlativo» que los jóvenes decidan emplear las armas para librarse de ciertas situaciones o personas que no les satisfacen o que les «molestan»? La llamada Cultura de la Paz no tiene cabida en los informativos, en las películas, en muchas políticas. ¿Cómo van a adoptarla los jóvenes hijos de estas sociedades? No la ven. Se da entrada antes a una guerra o atentado en un informativo que a la concesión del Premio Nobel de la Paz, por ejemplo. 

      Otro aspecto tiene que ver con la tan comentada crisis en la educación de las familias. Se habla de la falta de autoridad de los padres, de la escasa imposición de límites, del desbordamiento en la educación de sus hijos. A todo esto, según analistas y educadores, debe sumársele la caracterización de «la generación de la prisa», donde todo lo que antes se experimentaba con 17 ó 18 años ahora está probado con 13 ó 14, según palabras de  Jesús Álava Reyes, especialista en psicología educativa y clínica. Respecto a esto último se hará una puntualización. Hoy en día se puede comprobar cúanta preocupación tienen los padres respecto a la educación de los hijos e hijas, creo que son escasos los progenitores que se desentienden de su formación como personas responsables y buenas. Pero hay que entender también que hoy día la buena educación debe salvar muchos obstáculos: horarios extenuantes de trabajo; estímulos excesivos para los niños -televisión, consolas, consumismo, actividades extraescolares, actividades lúdicas…- en comparación con las generaciones anteriores, que en muchos casos se contentaban con jugar en las calles del barrio. Otro obstáculo es el alto nivel de exigencia de competitividad de las sociedades occidentales, lo sufren los padres y por extensión los hijos también. Y a añadir, la inseguridad de su futuro: antes los padres podían motivar a los niños y niñas para que estudiaran y se esforzaran para tener una carrera universitaria que les llevaría a tener una profesión estable y un sueldo digno. Hoy en día no es suficiente con tener una carrera, debes tener idiomas, un máster, viajar al extranjero y esforzarte mucho y, aún así, es posible que sólo consigas ser mileurista y compartir piso con otros mileuristas de tu edad.

   Es difícil tratar de encontrar las causas de este aumento de violencia en los jóvenes, se dice que la base es la educación y probablemente sea así, sin embargo hay que pensar en que es probable que ésta sea una de las épocas donde educar a un hijo resulte mucho más difícil que antes, donde el bofetón y la disciplina excesiva estaban a la orden del día en las casas y las escuela. Es posible que encontrar el término medio sea complicado, pero habiendo salido de un extremo la incertidumbre y la crisis actual puede llevar a asentar unas bases sólidas para una educación en valores positivos. Las crisis, en muchos casos, llevan a la estabilidad porque es en ellas cuando se cuestionan las ideas y se prueban constantemente las soluciones. 

Cristina González Pilar

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